Marlene Woods
Abandoned - Abandonada

Abandoned - Abandonada

 
That great Cathedral space which was childhood.
— Virginia Woolf

There is an abandoned house down the street from where I live; it is fenced so I can only see it from afar. It is surrounded by gigantic trees and only a wall and a room with broken windows are visible from the sidewalk. At one intersection close to my children’s school, there is another two-story house where the vines have reached the roof and beautiful wildflowers adorn the clay tiles. The main room on the ground floor is visible as the window’s glass is no longer there to block the view; the main door is still closed and undisturbed. Both houses look like historical ruins in the middle of the jungle.

As my steps pass the eerie and sad house, my mind makes a list of questions:

-why are they abandoned?

-where did the owners go?

-why did they leave?

-once the owners left, why didn’t they return?

-if they couldn’t return, why didn’t they sell or rent it?

When we lived in Vienna, Austria, there was an uninhabited, minimalist, modern house next to our apartment. Its architectural design was refreshingly opposite to the intricately decorated buildings neighboring the house. According to the legend, the owner was a Jewish architect whose design was too modern for the times—before WWII. When his fellow Austrian -the one who shall not be named- made his evil intentions known, he and his family fled Vienna never to return or claim their property.

As I wonder about the whys of abandoned houses in the world, my heart aches, because I have lived the question and the answer. Once upon a time, my family and I had to abandon our home, a small red brick house where I lived as a happy child. We did not escape war; we escaped poverty. Due to a general lack of opportunities, we left in the hope of a more prosperous future. This ambition took us a far distance in kilometers and life made it impossible to return. I regret the neglect and the severing of my connection to my childhood home.

Writing this, I would like to emphasize how hard and heartbreaking it is to migrate and leave behind what made you YOU. I do not wish this on anyone, but we all know it is a fact of life. So, please be kind to those who are not from where you are and don’t speak the same language as you or don’t speak it well; we have been through life experiences those of you born and raised in the same place, could never understand.

I do not wish to leave you on a sad note. I must admit that the benefit I most like about being a migrant is learning a new language. Here in Kuala Lumpur, the local Latin Women’s Association of Malaysia has a magazine and I submitted an article for publication. I wrote about the intricate connections I’ve found among English, Spanish, and Malay languages.

Thank you for reading,

M.

Here’s the link to the Article

LWAM Magazine

AIR & JAM have nothing to do with AIR & JAM

Page 38.


El gran espacio Catedral que fue la niñez.
— Virginia Woolf

Hay una casa abandonada en la calle donde vivo. Tiene una barda mediana y solo la puedo ver desde lejos. Está rodeada de árboles gigantes y solo una pared y un cuarto con ventanas rotas se puede ver desde la banqueta. En una intersección cerca de la escuela de mis hijos hay otra casa de dos pisos que también esta abandonada. Las enredaderas han llegado hasta el techo y flores salvajes muy coloridas adornan las tejas de la casa. Un cuarto principal en el primer piso está expuesto tras la ventana rota mientras la puerta principal sigue cerrada y en pie.  Las dos casas parecen ruinas históricas en la mitad de la selva.

Al pasar por la casa triste y un poco espantosa, mi mente hace una lista de preguntas:

-¿por qué están abandonadas?

-¿a dónde se fueron los dueños?

-¿por qué se fueron?

-después de irse, ¿por qué no volvieron?

-si no pudieron volver, ¿por qué no la vendieron o rentaron?

Cuando vivíamos en Viena, Austria, había una casa deshabitada, moderna y minimalista, enfrente de nuestro apartamento. Su diseño arquitectónico era maravillosamente opuesto a los edificios vecinos que tenían decoraciones intricadas. Según la leyenda, el dueño era un arquitecto judío con ideas de diseño muy modernas para esos tiempos—antes de la segunda guerra mundial. Cuando su compatriota -el que no se debe nombrar- hizo saber sus intenciones malvadas, el arquitecto y su familia huyeron de Viena para jamás volver y reclamar su propiedad.

Mientras me pregunto las razones por las cuales hay tantas casas abandonadas en el mundo, mi corazoncito se encoje de dolor, porque yo he vivido la pregunta y la respuesta. Hace décadas, mi familia y yo tuvimos que abandonar la casa de tabique rojo donde viví una feliz infancia. No escapamos la guerra; escapamos la pobreza. Debido a una falta de oportunidades para progresar, nos fuimos con la esperanza de un futuro más próspero. Esta ambición nos llevó muy lejos, en kilómetros, y la vida ha hecho imposible un regreso. Me arrepiento del descuido y de cortar cualquier conexión que tenía con esa pequeña casa.

Al escribir esto, quiero enfatizar lo difícil y triste que es migrar y dejar atrás lo que te hizo ser TU. No le deseo esto a nadie, pero sabemos que es un hecho en la vida. Entonces, por favor sé amable con aquellos que no son de donde eres, que no hablan el idioma que hablas o que no lo hablan bien, pues nosotros hemos pasado por experiencias que personas que nacen y crecen en el mismo lugar, jamás entenderán.

Para no terminar en una nota triste, admito que el beneficio que más me gusta de andar de vaga por el mundo es aprender idiomas. Aquí en Kuala Lumpur, la Asociación de Mujeres Latinas en Malasia tienen una revista y publicaron un artículo mío. Escribí acerca de la conexión curiosa que he encontrado entre el inglés, el español y el malayo.

Gracias por leer,

M.

Aquí pueden leer el artículo

Revista de LWAM

Poesía en los Idiomas: ¿Aire es Agua?

Página 38.

 

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